Artículos periodísticos y de investigación

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11 de marzo de 2009

SÓCRATES, EL FILÓSOFO
Escribe: Dr. Eudoro Terrones Negrete


Antes de Sócrates la filosofía había sido cosmogónica, cosmológica y física. En la época de Sócrates la filosofía es antropológica y lógica, al centrar su interés en los problemas del hombre y en la razón.

Sócrates se inicia como aficionado en la investigación de la naturaleza, tratando de conocer los principios, las causas y la esencia de las cosas. Realiza estudios de los sistemas filosóficos de Arquéalo, Empédocles, Alcmeón de Crotona, Diógenes de Apolonia, y Anaxágoras.

Fue espectador del máximo desarrollo científico, filosófico, artístico, cultural y político de Atenas, alcanzado bajo el gobierno de Pericles, pero también es reconocido como el fundador de la época clásica de la filosofía griega, maestro de Platón, discípulo de Anaxágoras y Damón, tuvo por maestro a Arquéalo, quien llevó por vez primera la Filosofía natural de la Jonia a Atenas. Así logra consagrarse como el auténtico padre de la filosofía académica y de la filosofía moral.

Lo poco que sabemos acerca de Sócrates se lo debemos a los escritos de Platón (Apología de Sócrates, Fedón o del Alma, Critón o del Deber), de Jenofonte (Memorables), de Aristófanes (Las Nubes) y de Aristóteles (Metafísica).

La filosofía, es entendida por Sócrates como el afán que siente el hombre por saber de sí mismo; la filosofía es autoconocimiento o autognosis. La filosofía es el amor permanente a la sabiduría y la búsqueda de la verdad de las cosas como medida de lo que el hombre debe hacer y como norma para su conducta. La filosofía se orienta al conocimiento del hombre.

Sócrates considera que la especulación metafísica o el estudio de la naturaleza deben substituirse por la experiencia, la analogía y el diálogo permanente; la verdad debe obtenerse mediante el diálogo (preguntas y respuestas) y el lenguaje es el medio apropiado para llegar hacia ella.

Según la filosofía socrática la verdad está en el alma de todo ser humano, en la vida interior de toda persona, pero que a través del tiempo se olvida. Para dejar aflorar esta verdad del interior de cada individuo Sócrates creó un método filosófico propio al que denominó mayéutica. De la tríada y armónica combinación de hombre-vida-filosofía se produce primero el conocimiento de sí mismo (Conócete a ti mismo), que conlleva a cambiar y mejorar la forma de ser del hombre y su propia vida, y ulteriormente el conocimiento de los demás.

El fin de la filosofía es obtener los conceptos universales. El hombre como naturaleza y razón es la medida de todas las cosas.

Sócrates estaba convencido que “sólo Dios es el verdadero sabio” y que el hombre por su propia naturaleza imperfecta y mortal, por asemejarse a Dios era sólo “amante del saber”, “buscador del saber”, era en una palabra un filósofo. Decía que “Los verdaderos filósofos renuncian a todos los deseos del cuerpo, se contienen y no se entregan a sus pasiones, no temen ni la rutina de su casa, ni la pobreza, como la multitud que está apegada a las riquezas; ni temen la ignorancia ni el oprobio, como los que aman las dignidades y los honores” (Platón, Fedón).

Logró identificar en el filósofo tres cualidades fundamentales: amor a la sabiduría, fortaleza y templanza. Amor a la sabiduría, para descubrir la verdad, la esencia de las cosas, lo que las cosas son; fortaleza, para no estremecerse y no retroceder si acaso estuviera a punto de morir; templanza, para no ser esclavo de sus deseos, no ser dominado por sus pasiones y más bien hacerse superior a ellos y vivir con moderación.

Proclamaba la espiritualidad y la inmortalidad del alma, atribuyéndole al alma dos facultades: a) los sentidos, que perciben al individuo, al hecho particular y variable; y b) la razón, que hace posible los conceptos generales e inmutables. Concebía a la razón perfecta como a Dios; creía en un Dios único y personal y que gobierna al mundo según las leyes de la razón

Pero también se le recuerda como el fundador de la época clásica de la filosofía griega (Werner Jaeger, Paideia); el primer pensador que hizo bajar a la filosofía de los cielos y asentarla en la tierra (Cicerón); como el pensador que abrió el camino a las dos grandes sistematizaciones en que culmina la filosofía griega: las de Platón y Aristóteles (Diccionario filosófico Espasa-Calpe) y como el que introdujo en la filosofía la concepción “teleológica” o “finalista” del orden del universo como realización de un final de valor absoluto ( Alfred E. Taylor, El pensamiento de Sócrates).

Algo más. Sócrates es el gran dominador de la dialéctica, el creador de los métodos inductivo e introspectivo y el creador del concepto, de la definición y de la ética racional o intelectualista.

Convirtió en problemas científicos los problemas prácticos, cuya solución parecía reservada únicamente a la ley, a la religión popular y a la costumbre. Subordinó su filosofía a los intereses de la polis o ciudad. Alejó la filosofía de las cavilaciones y del escepticismo de los sofistas; orientó la filosofía hacia la psicología y la moral; definió como objeto de la filosofía el estudio del hombre en su dimensión psíquica, social y moral. Pero nadie igualó ni superó a Sócrates en el dominio de la dialéctica.

Combatió el relativismo y el escepticismo de los sofistas; defendió la posibilidad de un conocimiento genuino, pero al mismo tiempo profesó un singular escepticismo que lo tradujo en el aforismo “Sólo sé que no sé nada”, tratando de refutar tácitamente la pretendida sabiduría que pregonaban sus opositores, los sofistas o de reconocer que le faltaba saber muchísimo más, reconociendo así implícitamente los límites del saber humano.

Trató de eliminar el saber sólo aparente y de encontrar por sí mismo la verdad, el concepto en sí. Creía en la existencia de verdades absolutas que el hombre puede conocer racionalmente. Era un convencido que el auténtico conocimiento surge a través del diálogo, de preguntas y respuestas, del cuestionamiento sistemático, de las actitudes críticas del saber. El conocimiento auténtico no era para Sócrates el saber teórico o puro, sino el saber práctico (la techne), el saber útil para el hombre.

El filósofo sentía mucha obsesión por la sentencia del oráculo de Delfos que decía “Conócete a ti mismo”; es decir, analízate, examínate, pregúntate, acude a tu vida interna en busca de la explicación de tu propio ser, de la verdad, del bien, de la virtud, del saber y de la cultura.
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